CAPITULO IV
A lo lejos
oigo una mujer que grita mi nombre alarmada. La vista se me nubla y empiezo a
marearme. La voz cada vez es más lejana… Me despierto confundida. ¿Dónde estoy? ¿Qué me
ha pasado? Miro alrededor y veo una gran lámpara de araña sobre mí. A la
derecha una chimenea negra calienta la estancia, que es enorme. Delante de mí
se halla una Rosa con cara de preocupación. Me mira cariñosamente al ver que he
abierto los ojos.
-
¿Qué tal te encuentras, Alex?
-
¿Qué me ha pasado? – logro
farfullar. ¿Dónde estamos?
-
Te has desmalladlo en el
jardín. Fuiste a hacer una llamada y al ver que tardabas salí a buscarte. Al
verte en el suelo tirada me asuste. Gracias a Dios que el señor Fernández
estuviera entre los invitados. Es médico y ha sido el que te ha atendido.
En ese momento
aparece un señor en la estancia portando un vaso de agua.
-
Bebe Alejandra. Te has dado
un gran golpe -. Debe de ser el médico. Cojo el vaso y hago lo que me dice.
-
Me duele mucho la cabeza y
estoy un poco aturdida aun.
-
Es normal, has sufrido una
aparatosa caída. Ahora tienes que descansar para reponerte.
-
Fran y tu amiga Daniela están
preocupados. Estabas hablando con él cuando has perdido el conocimiento. Llámale
para comunicarle que ya estas mejor.
A la mente me
viene el motivo por el cual caí al suelo. Me estremezco en mi asiento y me
levanto rápidamente. Rosa se sobresalta ante mi reacción e intenta que vuelva a
tumbarme. Forcejeo para evitarlo pero estoy muy débil para luchar contra nadie.
-
Ya le has oído al médico.
Debes descansar.
-
Tengo que ir a mi casa. Algo
grave ha sucedido. – digo al recordar lo
que ha sucedido.
-
Muy bien. El señor Garrido te
acompañara. ¿Te encuentras mejor?
-
Si, ya no estoy mareada.
Muchas gracias Rosa y lo siento por tenerme que ir así.
-
No pasa nada, la gala está a
punto de terminar. Espero que todo salga bien.
Me incorporo,
me despido de Rosa y el señor Fernández y salgo apresuradamente de la casa. En
la entrada Luis espera fuera del coche. Le miro aterrada y me abre la puerta.
Entro en el asiento trasero y comienzo a llorar. Abro el bolso y saco el
teléfono móvil con la intención de llamar a Fran. ¡Cuánto me gustaría estar
entre sus brazos! Me siento desprotegida e insignificante. El pecho comienza a
dolerme y mi respiración se acelera. Comienzo
a marearme otra vez debido a la falta de oxigeno en mi cerebro. ¡Debo
controlar la respiración! Luis me observa por el espejo retrovisor.
-
¿Se encuentra bien, señorita?
¿Quiere que vayamos al hospital?
-
No, Luis. Debo ir a casa.
-
Como guste.
Marco el número
de teléfono nerviosa y espero a escuchar su voz. No tarda nada en contestar.
-
¿Qué tal te encuentras Alex?
-
Ya estoy mucho mejor. Me he
desmallado por la presión al escuchar lo sucedido. ¿Cuándo ha sido? ¿Está bien?
– Mi alarma es mayor por momentos.
-
No me han querido decir nada
más de lo que te he podido contar. Prefieren que vayamos para allí. No quieren
que estemos nerviosos para que no nos influya en el viaje.
-
Llego enseguida. ¿Tienes
hecha mi maleta?
-
Si. Está todo preparado. Solo
faltas tú.
Veo la fachada
de mi casa cada vez más cerca y me siento más segura. He conseguido dominar mi
respiración y los síntomas de mareo han desaparecido. El coche se detiene y
abro la puerta apresuradamente. Luis me acompaña hasta el portal.
-
Espero que todo salga bien,
señorita.
-
Muchas gracias, Luis.
-
¿Se sabe algo?
-
Todavía no han querido
decirnos nada. En cuanto sepa algo, llamaré a Rosa.
-
Muy bien. ¡Buenas noches!
Entro en casa
a trompicones por la preocupación. Fran y Dani esperan sentados en el sofá
inquietos. Al verme se levantan raudamente y corren hacia mí. Las lágrimas
empiezan a aflorar vertiginosamente por mi rostro. Me quedo paralizada mientras
me abrazan. El pánico aflora en mis entrañas. Siento más miedo que nunca. Fran
me agarra la mano con fuerza y empuja de mí para que empiece a andar.
-
¡Vamos, Alex! Tienes que ser
fuerte.
Me cambio de
ropa, cogemos las maletas y bajamos al coche. Fran me abrocha el cinturón. Dani
se sitúa en el asiento trasero y coge mi mano. Me susurra palabras
inentendibles en el oído. No escucho nada, no quiero pensar. La noche es
cerrada y caigo en un profundo sueño bañado en lágrimas.
Fran me
despierta con un cálido beso. Su mirada me atraviesa el alma. El también lo está
pasando mal. Sé que en el fondo está más asustado de lo que aparenta estar. Lo sé.
Le conozco muy bien como para que me pueda engañar a estas alturas. Bajo del
coche y Dani me espera para abrazarme. Me gusta que este aquí conmigo. Nunca
antes había estado aquí y me hubiera gustado que su primera visita hubiera sido
de otra manera, en cualquier otra circunstancia pero, por desgracia, ha tenido
que ser así. Me agarra fuerte la mano
mientras Fran saca las maletas del coche. Estoy destemplada y me siento
extraña. Oigo como las olas golpean contra las rocas. Mi adorada playa. Esa a
la que tanto he echado de menos estos dos años. Madrid es espectacular y no le
falta de nada pero yo soy una persona a la que le cuesta vivir sin mar. Miro a mí
alrededor. La Puebla sigue igual. No ha cambiado nada. Siento las mismas
sensaciones de cuando era pequeña. Por un momento vuelvo a mi pasado. Recuerdo
la primera vez que lo hice con Fran. Fue en un descampado a las afueras del
pueblo, metidos en su coche. No es el mejor escenario que pudimos elegir, personalmente
hubiera preferido cualquier otro para mi primera vez. Estábamos en septiembre y
hacía calor. Yo llevaba una minifalda blanca y un top palabra de honor color
rosa fucsia. No parábamos de besarnos y acariciarnos. Hasta entonces no
habíamos llegado mucho más lejos. Su mano siempre se mantenía en mi cintura y
me solía hacer círculos en la espalda rozándome sutilmente pero ese día bajo
hacia mis muslos. Sus suaves manos palpaban mi cuerpo de una manera desmesurada
que a mí me encantaba. Le deje hacer. Al ver que yo no se lo impedía se acerco
a mi sexo y empezó a estimulármelo con tímidos movimientos. Yo respondí a su
caricia. Condujo mis manos hacia su miembro ya erecto y me guio en los
movimientos. Obviamente, el no era virgen. Sabía lo que se hacía y a mí me
encantaba. Comenzó a bajarme el tanga y a subirme la falda. Reclino el asiento
delantero y se situó sobre mí después de desnudarse de cintura para abajo. Recuerdo
lo excitada que estaba. Recuerdo lo bien que me hacía sentir. Nos miramos a los
ojos sin decir ni una palabra y en ese momento supe que siempre seria mío. Con
mucho tacto introdujo poco a poco su miembro dentro de mí. La primera sensación
que tuve fue de dolor. Al ver mi cara ceso y volvió a rozarme el clítoris para
estimularme. Volvió a intentarlo y esta vez el dolor se convirtió en algo
agradable. Empezó a empujar muy suavemente hasta que la tensión de mis piernas
desapareció. Esperó a que me corriera y a la vez que lo hacía me susurro al oído
que me quería. Él lo hizo segundos más tarde sobre mi vientre. Los dos nos
quedamos inmóviles unos segundos hasta recobrar la respiración. Los cristales
del coche estaban empañados. Rápidamente nos vestimos y nos sumergimos en un
beso que nunca he logrado olvidar. Me evado de mis pensamientos y vuelvo al
presente al oír la voz de Dani.
-
¡Es tu madre, Alex! Quiere
saber como estas.
-
¡Mama! – Las lágrimas me
inundan el rostro al escuchar su voz.
-
¿Qué tal estas, Alex?
-
Bien. He venido dormida todo
el trayecto. ¿Qué tal esta?
-
Todavía no nos han dicho nada.
Esta en observación. Pasará la noche aquí para que puedan vigilarle. Quedaros a
dormir y ya mañana por la mañana venís. Debéis de estar agotados.
-
Necesito verle y saber que está
bien.
-
Estate tranquila cariño. Es
fuerte y saldrá de esta.
-
¿Qué paso? ¿Cómo fue?
-
Mañana hablaremos y te lo
explicaré todo. Ahora iros a descansar que son las cinco de la madrugada. Os he
dejado las llaves bajo el felpudo. Serviros lo que queráis.
-
Vale mama. Hasta mañana. Dale
un besito de mi parte.
Cuelgo el
teléfono afligida y cojo mi maleta ante la atenta mirada de Dani. Fran ya está
en la puerta de mi casa. Se queda quieto esperándonos. Antes de llegar donde él
Dani se para y me mira con compasión. También ella sufre. Sabía que era buena
amiga pero con lo que me ha demostrado hoy la considero mucho mas. Ella tiene
el problema de su hermano y aun así ha decidido estar aquí conmigo. No
cualquier persona haría esto por otra. La miro de la misma manera y nos sumimos
en un profundo abrazo fraternal. Las lágrimas vuelven a aflorar en mis ojos.
Estoy muy cansada. La siesta que me he echado en el coche no ha servido para
mucho. Cojo las llaves de debajo del felpudo como me ha indicado mi madre y
entramos. Esta oscuro y hace mucho
calor. Enciendo las luces y dejo la maleta en el vestíbulo. Todo está del mismo
modo en que lo dejé. Huele a limpio. Llego hasta el salón y comienzo a examinar
la sala. Emana tranquilidad. Me siento a salvo y tranquila por primera vez
desde que me enteré de la noticia. Me siento en el sofá y contemplo con
angustia una foto situada en una balda sobre la televisión. Una familia feliz
sonríe al objetivo. Las caras son el espejo del alma. ¡Cuánto he cambiado desde
entonces! ¿Cuánto habrá pasado? ¿Seis años? Por aquel entonces era una niña
risueña y tímida, siempre escondida bajo mis rubios rizos… ¡La gente siempre me
decía que sería una rompecorazones cuando me hiciera mayor! Mi hermana Adriana
era algo que no soportaba. Al contrario que yo, ella es morena y con el pelo
liso cortado en una recta melena. Tiene los ojos negros como el carbón y una
mirada muy expresiva. Es cinco años mayor que yo y siempre me ha tenido una
gran envidia, aunque nunca lo haya reconocido. Ella era la niña de los ojos de
nuestros padres y, al nacer yo, fue algo que tuvo que compartir. Vivió bajo mi
sombra hasta que nos hicimos mayores y conoció a Fer, el tipo con el que sale
desde hace diez años. El tener a alguien contemplándola las veinticuatro horas
del día le hizo cambiar de parecer y nuestra relación mejoró. Es calcada a mi
padre, tanto físicamente como en el carácter. Ambos son muy cabezotas y
temperamentales y nunca admiten un no por respuesta. Cuando les veía
enfrentados, el uno contra el otro, sentía un pánico terrible porque ninguno de
los dos era capaz de ceder o rectificar. Nunca sabias como terminaría una de
sus disputas. Yo, en cambio, me parezco más
a mi madre. Ella es dulce y cariñosa. Tiene una melena rubia envidiable. Sus
ojos verdes son el espejo de su alma. Su expresión tierna y entrañable hace que
la quieras en el mismo momento de conocerla. Así soy yo también, una persona
afable y bondadosa que ama por encima de todo. Me quedo mirándome mis nerviosas
manos. Por primera vez en mi vida no sé qué es lo que tengo que hacer. Dani
llega con ánimo de difuminar mis malos pensamientos.
-
¿Qué tal estas hermanita? – Su sonrisa se ve
forzada ya que sabe perfectamente cuál va a ser la respuesta. – Sabes que estoy
aquí para lo que necesites. Llora y desahógate.
-
Tengo miedo Dani… Jamás he
estado tan aterrada… - Las lagrimas son imparables. Dani me acerca un pañuelo
para que pueda enjugármelas.
-
Es normal pero todo va a
salir bien. Tenemos que ser fuertes.
-
No puedo… me estoy dando
cuenta de que soy más débil de lo que pensaba y todo esto es muy grande para mí.
Si le pasara algo … yo … no sé lo que haría …
-
No va a pasar nada, te lo
juro. Vamos a salir de esto y yo voy a estar aquí para ayudarte. No me iré a
ningún lado. – La miro dulcemente con los ojos aun mojados. Ella es fuerte e
intenta transmitírmelo a mí. La adoro y la aprecio. La buena de Dani …
Fran aparece
en la habitación. Tiene los ojos rojos. Ha debido de estar llorando también. Se
sienta a mi lado y cubre mis hombros con su fuerte brazo. Estoy tan desmejorada
que hasta su peso me incomoda. Me agarra fuerte y me atrae hacia él. Cierro los
ojos y no deseo abrirlos. Dani se pone de pie y sale de la sala dejándonos
intimidad. No decimos nada. No hace falta. El silencio inunda la estancia en la
que nos encontramos. Es raro no oír a mi madre y mi padre dar gritos por ahí.
Les echo de menos y necesito abrazarles. Fran se levanta y me coge como se coge
a una niña pequeña. Me abrazo fuerte y descanso la cara en su hombro. Sube las
escaleras y nos metemos en mi antigua habitación. Me acomoda en la cama y me
quita la ropa y los zapatos. Me pone el pijama que ha sacado previamente de la
maleta, me acuesta y me arropa. Me da un
suave beso en los labios y sale cerrando la puerta. La cabeza me da vueltas. Estoy
muy cansada y los ojos se me van cerrando lentamente. Mañana será otro día…
Me despiertan
unas voces al otro lado de la puerta. Son Fran y Dani. Me incorporo aun
adormilada y miro el reloj de la pared. Marca las ocho. ¿Habrán dormido? Ayer
serian las cinco y algo cuando me quede dormida. Apenas he dormido tres horas.
Me levanto rápidamente y salgo con el pijama puesto. Bajo las escaleras
frotándome los ojos por el sueño. Encuentro a ambos en la cocina desayunando.
-
¿Habéis dormido algo?
-
Dani lo ha hecho en el cuarto
de tu hermana. Yo, en cambio, he preferido quedarme despierto aunque he
fracasado y me he quedado frito en el sofá. Ella ha sido la que me ha despertado. – Dice
señalándola.
-
Queríamos dejarte descansar –
dice mi amiga cariñosamente. Se acerca a mí y me da un beso en la frente. ¿Has
dormido algo?
-
Un par de horas o tres creo.
En cuanto Fran me acostó caí rendida.
-
Ha llamado tu madre. No hay
novedades. Sigue igual.
-
Voy a prepararme, quiero ir
al hospital.
-
¿Qué prefieres desayunar? –
Me pregunta Fran mientras subo las escaleras.
-
Te agradecería que me
prepararas un poco de café. Nos espera un día largo – grito ya metida en el
baño.
Me ducho y me
visto apresuradamente. A mi mente vuelven los malos pensamientos. Me siento
pequeña y vulnerable pero tengo que sacar agallas de donde no las tengo. En
estos momentos hay alguien que me necesita y no puedo ser tan sumamente egoísta
como para no corresponderle. Salgo de mi habitación ya lista y bajo nuevamente
las escaleras. Fran y Dani esperan en el sofá sentados.
-
¿Estás lista ya?
-
Si, vamos.
Salimos a la
calle. La mañana es soleada. Llegamos al coche y nos encaminamos hacia
Valencia. El camino se me hace eterno. Parece que nunca vamos a llegar. Fran se
esfuerza por ir lo más deprisa posible. Por fin, a lo lejos, leemos el cartel
azul indicando la entrada a la ciudad. En ese momento suena mi móvil. Me
apresuro a abrir el bolso y coger el teléfono. ¡Seguro que es mi madre para
contarnos alguna novedad! De inmediato el pánico entra en mi interior. Miro la
pantalla y compruebo que se trata de un número desconocido. Curiosa, doy a la
tecla verde y contesto.
-
¿Quien es?
-
¡Alex! ¿Qué tal estas? ¿Qué
tal va todo? –
-
Todavía no sabemos nada,
Rosa. Ahora estamos yendo al hospital.
-
En cuanto sepas algo, ¿me
llamaras?
-
Por supuesto. En cuanto
llegue y hable con los médicos te informaré de todo lo que pueda.
-
Espero tu llamada. Estate
tranquila, ya verás como todo sale bien. – Ambas colgamos.
Agradezco el gesto
que ha tenido. Casi no me conoce de nada y se nota que le importo. Me agrada
pensar en la idea y me distrae de mis pensamientos negativos. Entramos en
Valencia y nos dirigimos hacia el hospital La
Fé, nuestro destino.
-
¿Sabes en qué habitación está?
-
Tu madre me ha dicho que está
en la UCI, en la planta baja. No creo que nos dejen entrar. Ella nos espera en
la cafetería.
-
Me da igual. Necesito verle y
nadie me lo va a impedir. Iremos donde mi madre y luego intentare colarme.- Fran
me mira extasiado. Jamás me había visto así. Estoy furiosa conmigo misma.
A lo lejos
vislumbramos el hospital blanco. Yo no lo recordaba así. Deben de haber hecho
alguna reforma. Fran para el coche en la entrada y Dani y yo nos bajamos.
-
Iré a aparcar, en seguida
estoy con vosotras.
-
Muy bien, allí te esperamos.
De camino a la
cafetería mi nerviosismo se ve incrementado por momentos. Vuelvo a notar la
falta de oxigeno en mi cerebro y la respiración se me acelera. Intento
tranquilizarme y controlarme pero no funciona. Dani me sujeta la mano con
fuerza al darse cuenta. Las dos caminamos deprisa. Abrimos la puerta y miramos
alrededor en busca de mi madre pero no está. Me entra la ansiedad. ¿Dónde coño
esta? ¿No se puede estar quieta ni un segundo? Giramos sobre nuestros talones y
vamos al puesto de enfermeras más próximo. En la recepción nos encontramos con
una señora de unos cincuenta años con cara de pocos amigos.
-
Perdone, ¿Cómo podemos llegar
a la UCI? – Parece como si no me hubiera oído, entonces, Le vuelvo a plantear la pregunta. Esta vez
levanta su ancha cara del ordenador y me mira de arriba abajo.
-
Sigan este pasillo hasta el
final y giren a la derecha, encontrareis otro mostrador. En el podéis decir a
quien queréis visitar.
La respuesta
ha sido seca y rotunda pero nos ha servido. Nos dirigimos en la dirección
indicada cuando de repente veo a mi madre. Tiene mala cara y parece consumida.
Se nota que lleva más de un día con la ropa que viste.
-
¡Mama! – Gira la cabeza
levemente y la expresión de la cara le cambia. Está contenta de verme.
-
Alejandra, cariño. – Dice con
lágrimas en la cara. Nos unimos en un profundo abrazo del que tardamos en
separarnos. Las dos lloramos sin parar. ¡Qué ganas tenia de verte, princesita!
Dani se
mantiene en un segundo plano. De inmediato me separo y hago las presentaciones.
-
Mama, esta es mi mejor amiga,
Dani. Ha venido para apoyarme en estos momentos tan difíciles. Dani, esta es mi
madre Conchi – Le dedica la mayor de sus sonrisas y le da un fuerte abrazo.
-
Gracias por venir y apoyar a
mi niñita. – Dice mi madre agradecida.
-
No hay por qué darlas. Alex
es mi mejor amiga y no le iba a dejar sola en estos momentos. Creo que
cualquiera hubiera hecho lo mismo en mi situación.
-
¿Dónde está Fran, tesoro?
-
Ha ido a aparcar el coche. Vendrá
en seguida. ¿Y Adri?
-
Tu hermana ha estado aquí
hasta hace un rato. Fer ha venido a buscarla para que fuera a cambiarse de
ropa.
-
¿Qué paso mama?
-
Oh… Alex … Fue tan rápido …
No me dio tiempo a reaccionar …
-
¿Estabas tú cuando ocurrió?
-
Si, cariño. ¡Fue horrible!
¡Los peores minutos de mi vida! Te lo contare todo cuando estemos más
tranquilas, ahora no es buen momento.
-
¿Qué tal esta?
-
Sigue sin haber cambios. Eso
no es un buen presagio. Todavía tenemos que esperar.
-
¿Puedo verle?
-
Ahora mismo no se puede. Me
han dicho que fuera a dar una vuelta y volviera en un par de horas.
-
¿Quieres que Fran te lleve a
casa para que puedas descansar?
-
Preferiría quedarme aquí, por
si hubiera novedades.
-
Mama, creo que es mejor que
te vayas un rato. Ya estoy aquí, yo me ocuparé de todo. Si pasara algo te
llamaría. Cuando llegue Fran le diré que te acerque a casa. No valen negativas
como respuesta.
Asiente sin
mucho ánimo. En ese momento aparece Fran por el pasillo con cara de no saber
dónde está. Al vernos nos sonríe.
-
¿Qué tal está mi suegra
preferida?
-
Y la única, espero. –Ríe
forzadamente.
-
Fran te agradecería que
acercaras a mi madre a la Puebla para que pueda cambiarse de ropa y descansar.
-
Ha insistido ella. – Recalca.
-
Pues me alegro de que lo haya
hecho, vamos.
-
Si hubiera cambios llámame
que no tardo nada en venir.
-
Vete tranquila mama y
descansa.
-
Hasta luego. – Se despiden.
Giran sobre
sus talones y desaparecen entre la gente. Dani y yo nos miramos y sonreímos.
-
Parece una buena mujer tu
madre.
-
Lo es. No sé qué haría yo sin
ella. Tengo la mejor familia que me ha podido tocar. La verdad no sé por qué
nos ha ocurrido esto. Mis padres no tienen enemigos en el pueblo…
-
No le des más vueltas, Alex.
Lo importante ahora es que se recupere.
-
Tienes razón. Ya habrá tiempo
para ocuparnos de esto. ¿Vamos?
Caminamos por
el largo pasillo. Hay mucha gente. Algunos esperan sentados con caras de
desesperación, otros, en cambio, lloran
y abrazan a sus familiares. Ver la escena hace que un escalofrío recorra mi
cuerpo. No me gustan los hospitales. En
mi vida habré estado tres o cuatro veces. Llegamos al mostrador que nos indicó
la recepcionista de al lado de la cafetería. Es un puesto de enfermeras. Dos
chicas jóvenes charlan abiertamente. En cuanto nos ven no tardan en atendernos.
-
¡Buenos días! ¡Me gustaría
poder ver a José Manuel Ramírez! – Una
de las enfermeras coge un block que esta sobre el mostrador y empieza a hojear
las páginas buscando algo.
-
Se encuentra en la Unidad de
Cuidados Intensivos. Ese medico que ves
allí – me señala a un señor situado a nuestra derecha – es el encargado de su
seguimiento. Puedes preguntarle a él.
-
Muchas gracias.
Me cuesta caminar
y Dani me sujeta. Siento como las piernas me flaquean a causa del nerviosismo
pero sigo hacia delante.
-
Estate tranquila, Alex. Ahora
saldremos de dudas.
-
No sé si voy a ser capaz de
soportarlo.
-
Claro que si mujer, la
esperanza es lo último que debemos perder.
Llegamos donde
el doctor que nos mira con indiferencia. ¡Se creen que lo saben todo y que
están por encima de cualquiera! Y pensar que de ellos dependa nuestra vida… Me
noto susceptible e inquieta. Yo no soy así. Esta agonía me está cambiando hasta
el carácter.
-
¡Buenos días! Me gustaría
saber cómo se encuentra José Manuel Ramírez.
-
¿Es usted pariente?
-
¡Si y me gustaría saber de
una vez como se está! – No puedo frenar mi rabia.
-
Soy el doctor Román,
encantado. El paciente se encuentra estable dentro de la gravedad. Le tenemos
en la UCI para ver como evoluciona. Ayer llegó en muy malas condiciones. Está
en estado de coma.
-
¿Y eso que significa
exactamente, que es un vegetal? ¿Tiene actividad su cerebro? - No puedo
contenerme y exploto en un mar de lágrimas.
-
El coma, llamado en ocasiones estado vegetativo persistente, es un
estado de inconsciencia profunda. El estado vegetativo persistente no es lo
mismo que muerte cerebral. Una persona en un estado de coma está viva pero es
incapaz de moverse o responder a su entorno. El coma en este caso, es debido
como resultado de una fuerte lesión craneoencefálica. Las personas en dicho
estado pierden su capacidad de pensar y percibir su entorno, pero conservan la
función no cognoscitiva y los patrones normales de sueño. Aunque quienes están
en estado vegetativo persistente pierden sus funciones cerebrales superiores,
otras funciones clave como la respiración y la circulación siguen relativamente
intactas. Pueden ocurrir movimientos espontáneos y los ojos pueden abrirse en respuesta
a los estímulos externos. Las personas pueden incluso arrugar el ceño, llorar o
reír ocasionalmente. Aunque pueden parecer relativamente normales, no hablan y
son incapaces de responder a órdenes. Pero todavía es pronto para decir nada,
solo lleva un día en este estado asique de momento no nos queda más que
esperar.
-
¿Existe algún tratamiento? – Incrédula, le miro con esperanza.
-
Una vez que la persona está fuera de peligro inmediato, el equipo de
atención médica se concentra en prevenir infecciones y mantener un buen estado
físico.
-
¿Y cuál es el pronóstico doctor? Sea sincero, por favor, no soy ninguna
niña.
-
Ya le he comentado que todavía es pronto para afirmar nada. Depende de
muchos factores. Este tipo de estados son todavía desconocidos, incluso para
nosotros. Sabemos la teoría pero en la práctica, todo cambia. Solo le puedo
decir que las personas pueden salir del coma con una combinación de
dificultades físicas, intelectuales y psicológicas que necesitan atención
especial. Por lo general la recuperación ocurre gradualmente; algunos van
adquiriendo más y más habilidad para responder, otros, en cambio, nunca progresan más allá de las respuestas
básicas, pero muchos recuperan la conciencia total. Las personas que se
recuperan del coma requieren supervisión médica estrecha. Un coma rara vez dura
más de 2 a 4 semanas. Algunos pacientes recuperan un cierto grado de conciencia
después de despertar mientras que otros pueden permanecer en ese estado por
años e incluso décadas. Todo esto es solo información que os puedo facilitar.
No quiere decir que sea lo que va a
ocurrir. Debemos ser pacientes. Las próximas veinticuatro horas serán
cruciales.
-
¿Podría verle?
-
No es buena idea, es
preferible que no le molesten.
-
Mire doctor Román. Le
agradezco toda la información que me ha ofrecido pero no he venido desde Madrid
para no poderle ver y menos, después de lo que me acaba de decir. Creo que
tengo todo el derecho del mundo. Si usted estuviera en mi lugar querría hacer
lo mismo asique no me iré hasta que le haya visto.
-
Muy bien señorita …
-
¡Alejandra!
-
Bien, Alejandra. Entiendo su
nerviosismo y que le quiera ver. No seré yo quien se lo impida pero, solo le
pido una cosa, cinco minutos. ¿Entendido? Necesita estar tranquilo. ¿Usted
también es familiar? – Pregunta a Dani exhausta por la situación.
-
Yo solo vengo a acompañar a
mi amiga.
-
Por favor, usted espere
fuera.
Mi amiga entra
en la salita de espera. No es muy grande pero, al menos, los sofás parecen cómodos.
En una esquina observo una maquina de agua. Se sienta en uno de los sillones
centrales y me guiña un ojo tranquilizador. Le saludo con la mano y sigo al
doctor. Me dirige a una pequeña habitación azul. Fuera se para y me recuerda
las normas.
-
No estoy seguro pero creo que
puede oírnos. Hablar con él es algo positivo. En cinco minutos pasare por aquí.
-
Gracias doctor Román.
Gira sobre sus
talones y se marcha dejándome sola ante el peligro. Me entra miedo. No sé si
voy a ser capaz de atravesar esa puerta. La verdad que es lo que he estado deseando desde que me
dieron la noticia. Pero ahora que estoy aquí es diferente. Siento pánico por lo
que pueda encontrarme. Me situó justo enfrente, respiro hondo y giro el pomo de
la puerta. Abro lentamente intentando hacer el menor ruido. La sala está en
calma. No se oye ni un sonido salvo el bip
de una maquina. Entro sigilosamente y cierro la puerta detrás de mí. Camino
discretamente hacia una cama colocada en el centro de la estancia. Me paro
frente a ella y allí le veo. No parece el
mismo de siempre. Su pálida cara provoca serenidad. Descansa plácidamente. Está
rodeado por cables que llegan hasta un aparato al que está conectado y que no
para de emanar pitidos. Se le ve tan indefenso…
El miedo ha desaparecido dejando paso al desconsuelo. Me siento en una
silla próxima a la cama. No puedo dejar de observarle. Cojo su mano y la
acaricio suavemente. No siento nada. No hay respuesta. Las lágrimas no cesan de
caer por mi rostro muriendo en mi ropa. ¿Qué hemos hecho para merecernos esto?
No llego a ninguna conclusión, solo hay vacio en mi interior.
-
Papá… - Consigo balbucear. - ¿Qué te han hecho? No
recibo nada. La maquina no para de sonar y me pone nerviosa. – Papá… soy yo,
Alex. He venido a verte… - Silencio. – Por favor papá… despierta… - le aprieto la mano para conseguir respuesta
pero no lo logro. – Te quiero papá y te echo de menos. En cuanto me enteré no
me lo podía creer. No puedes morirte papa … ¡tengo que contarte tantas cosas!
Te queda mucho que vivir todavía. No puedes dejarnos. ¿Qué haríamos sin ti? Sé
que me puedes escuchar… te necesito… te necesitamos… todos. He venido con mi
mejor amiga. Se llama Dani y esta fuera esperando para conocerte… Pero para eso
tienes que despertarte … por favor …
No consigo ver
por culpa de las lágrimas. Me levanto y empiezo a dar vueltas por la habitación
descontrolada. El pánico ha vuelto. Esto es muy más fuerte de lo que imaginaba.
Verlo a escala real me ha corrompido el alma. De repente llaman a la puerta. El
doctor Román descansa sobre el umbral de la puerta.
-
Alejandra, le he dejado diez
minutos. El paciente debe descansar. - ¡Qué rápido se me ha pasado el tiempo!
-
Si, doctor. Ya voy. – Me
incorporo sobre mi padre y apoyo mis labios en su frente cuidadosamente. – Te
quiero papa.
Mientras me
desplazo a la salida me vuelvo para mirarle. Me da dolor de corazón dejarle
solo. ¡Mi amor hacia él es incondicional! No acabo de llegar a la puerta cuando la
maquina comienza a hacer un ruido extraño. Un pitido permanente sale de su
interior. El doctor Román le indica a una enfermera que llame al equipo de
médicos. Corre hacia él y empieza a reanimarle manualmente ante mis ojos. Al
poco llega un grupo de personas vestidas de verde que me sugieren que salga de
la habitación. Me alejo presa del pánico. No puedo ver nada. ¿Qué está pasando?
Dani viene corriendo a mi lado con cara de no entender nada.
-
¿Qué ha pasado, Alex?
-
Estaba bien… y de repente… la
maquina ha empezado a pitar. El doctor Román ha procedido a reanimarle. No sé
nada más. Estoy asustada… - Ella me abraza fuerte. La tensión se palpa entre
las dos. No sabe que decirme y eso, es malo viniendo de ella.
Todos los
facultativos salen de la habitación corriendo con mi padre en la camilla. Salgo
disparada detrás de ellos queriendo buscar una explicación. Una enfermera me
agarra y me para.
-
Está en buenas manos. Deje
que hagan su trabajo. Cuando sepan algo vendrán a infórmala.
Me caigo al
suelo indefensa. Me siento como una niña pequeña. Dani se pone a mi altura y me
sujeta fuerte. Ambas nos quedamos llorando en silencio. No puede morirse, no
puede morirse, no puede morirse,… únicamente esa frase es la que ronda mi
cabeza. Me dirijo apresuradamente a la sala de espera donde Dani ha dejado los
bolsos. Cojo el móvil y marco un número de teléfono.
-
Mama… - sollozo, casi no se
me entiende. Es papa …